Isma Ortiz (Madrid, 1975). Fotógrafo independiente que ejerce su labor tanto en España como en diversos países alrededor del mundo, habiendo trabajado en más de 30 países. Su enfoque se centra principalmente en las personas, capturando sus historias y vivencias de una manera conmovedora y auténtica. Además, los paisajes desempeñan un papel esencial en su obra, donde la soledad se erige como un elemento central, creando composiciones visualmente impactantes.
Un aspecto distintivo de su estilo fotográfico radica en su hábil uso del blanco y negro para acentuar las escenas, una elección poco común que le otorga un toque único a su trabajo.
Su compromiso social es evidente a través de su colaboración con organizaciones sin ánimo de lucro y diversos colectivos sociales vulnerables, donde aporta su talento artístico para generar un impacto positivo en la sociedad.
Ha realizado varias exposiciones con sus obras, mostrando su trabajo en diversos espacios culturales y acercando sus historias al público. Una de sus obras será expuesta en 2025 en una galería durante la «Paris Photo Days».
Pregunta.- ¿Por qué la fotografía? ¿Qué te conduce a la profesión?
Respuesta.- La fotografía comenzó como una forma de escapar del ajetreo cotidiano, un espacio de desconexión personal. Sin embargo, con el tiempo descubrí que, a través del objetivo, mi manera de observar el mundo cambiaba por completo: veía detalles y matices que de otro modo habrían pasado desapercibidos. Capturar un instante y transformarlo en una historia visual, detener el tiempo en una imagen que habla por sí sola, se convirtió en una fuente de felicidad y en el motor que me llevó a convertir esta pasión en mi profesión.
P.- ¿Cuál es la experiencia más enriquecedora que has vivido como fotógrafo? ¿Y la peor?
R.- Las experiencias más enriquecedoras como fotógrafo han surgido al colaborar con asociaciones y colectivos vulnerables. Tener la oportunidad de captar sus ilusiones, sus luchas y sus alegrías a través de la fotografía social es, sin duda, lo que más me conmueve a nivel emocional. Estas historias, cargadas de humanidad, no solo me inspiran, sino que me transforman profundamente.
Por otro lado, las experiencias más duras llegan tras documentar tragedias. Cuando el trabajo concluye y tienes tiempo para reflexionar, las imágenes cobran una nueva dimensión, y la magnitud del sufrimiento que has presenciado te golpea. Catástrofes como el terremoto de Marruecos o la DANA en Valencia te confrontan con la fragilidad de la vida y el peso de las historias que tus fotografías intentan contar.
«Estas historias, cargadas de humanidad, no solo me inspiran, sino que me transforman profundamente»
P.- ¿Cómo surge la idea de desplazarte al epicentro de la DANA?
R.- La idea de desplazarme surgió casi de inmediato, apenas pasó la catástrofe. Quería estar allí, documentar lo que ocurría sobre el terreno, pero la falta de información y el estado de las carreteras hicieron imposible llegar en ese momento. Decidí esperar unos días y aprovechar ese tiempo para preparar el viaje, llenando el coche con ayuda para las personas afectadas.
Cuando finalmente llegué, no tenía claro qué rol asumir: si ayudar directamente o centrarme en fotografiar. Pero al ver a tantas personas colaborando de todas partes de España, desde los más jóvenes hasta los mayores, algo en mí se inclinó por capturar esa solidaridad. Era una historia que necesitaba ser contada, una que reflejara la fortaleza humana en medio del desastre.
P.- ¿Cuándo fuiste y cuántos días has estado haciendo fotos?
R.- Estuve tres días intensos fotografiando algunas de las zonas más afectadas, como Algemesí, Benetússer, Massanassa, Catarroja y Paiporta. El viernes 8 salí de madrugada desde Torrejón de Ardoz para llegar a Algemesí a las 8:30 de la mañana, donde descargué la ayuda que llevaba en el coche antes de empezar a trabajar documentando la situación en esa localidad.
Por la tarde me desplacé a Valencia, donde me quedé en casa de una amiga, que se convirtió en mi base para los días siguientes. Desde allí planifiqué y me moví a diferentes puntos para capturar el impacto de la DANA en las comunidades más afectadas.
«Era una historia que necesitaba ser contada, una que reflejara la fortaleza humana en medio del desastre»
P.- ¿Cómo era tu día a día?
R.- Mis días comenzaban muy pronto, sin una idea clara de cuándo regresaría. Desde Valencia, me desplazaba a las localidades afectadas, caminando junto a los voluntarios, cargando ayuda y recorriendo kilómetros hacia las zonas más necesitadas. Una vez allí, mi mente entraba en un estado emocional distinto, casi de alerta constante, donde cada detalle que ocurría a mi alrededor se volvía relevante.
En esos momentos, el cansancio y las necesidades físicas pasaban a un segundo plano. Ni el dolor que me causaban las botas de agua en los pies ni la falta de comida o bebida lograban distraerme. Estaba completamente inmerso en el ambiente, enfocado en capturar la historia de una tragedia que se vivía en cada rincón.
P.- ¿Qué vivencias has experimentado o qué recuerdo consideras que será imborrable en tu memoria?
R.- Uno de los recuerdos imborrables que guardo es la visión de las marcas que el agua y el barro dejaron dentro de las casas tras la DANA. Líneas que alcanzaban hasta los 2,30 metros de altura, un testimonio silencioso de la fuerza devastadora de la naturaleza. Lo que más me impactó fue pensar en lo que esas marcas representaban: la invasión de un espacio que hasta entonces había sido un refugio seguro. Ver cómo ese concepto de hogar quedaba trastocado para siempre es algo que difícilmente olvidaré.
P.-¿Qué uso tendrán esas fotografías?
R.- El propósito principal de estas fotografías es evitar que esta catástrofe caiga en el olvido. Su objetivo es contar la historia de lo sucedido, mostrar el impacto humano y recordarnos que, en muchas ocasiones, una mala gestión puede agravar las consecuencias, llevando a la pérdida de vidas. Estas imágenes son un recordatorio visual de la fragilidad humana y de la necesidad de aprender de lo ocurrido para evitar que se repita.
«El propósito principal de estas fotografías es evitar que esta catástrofe caiga en el olvido»
P.- ¿Cómo te han recibido y tratado los afectados?
R.- Las personas afectadas me recibieron con una mezcla de necesidad y gratitud. Necesitan contar su historia, compartir el drama que habían vivido, como una forma de procesar lo ocurrido. Su agradecimiento era inmenso, no solo hacia quienes estaban ayudando directamente, sino también hacia quienes, como yo, se dedicaban a documentar y dar visibilidad a su situación.
Se emocionaban al ver a tanta gente movilizada, especialmente a los más jóvenes, ofreciendo su ayuda desinteresada. Esa solidaridad les daba fuerza y esperanza, y para ellos, el simple hecho de que alguien estuviera allí, escuchándolos y mostrándoles apoyo, significaba mucho más de lo que podían expresar con palabras.