En política existen decisiones cuestionables, matizables o incluso comprensibles dentro de la estrategia de cada partido. Sin embargo, lo ocurrido el viernes en el Pleno de Leganés —y no ha sido la primera vez— con el bloqueo sistemático del pago de facturas a empresas y cuotas mensuales a Comunidades de Vecinos por inmuebles municipales, trasciende cualquier debate ideológico o estratégico. Es, sencillamente, vergonzoso.
La vergüenza radica en que, mediante su voto en contra, los concejales de la oposición han decidido que pequeñas empresas que prestaron servicios al Ayuntamiento desde 2015 —cuando algunos de quienes hoy rechazan el pago formaban parte del gobierno municipal y firmaban esos contratos— no reciban su legítima compensación por sus productos o sus servicios. Hablamos de facturas por reparaciones de electrodomésticos en Escuelas Infantiles públicas, servicios de energía y gas en edificios municipales, e incluso cuotas de comunidades de propietarios que ahora deberán ser asumidas por el resto de vecinos de forma particular.
Resulta especialmente indignante que, mientras estos concejales portavoces que bloquean pagos perciben puntualmente sueldos de 60.000 euros anuales, numerosos trabajadores autónomos y pequeñas empresas llevan años esperando un dinero por el que trabajaron, prestando un servicio al ayuntamiento, y que les pertenece por derecho. Esta situación nos ha llevado a muchos a hacer una reflexión. Quizás algunas personas comprenderían mejor lo que significa ser privado de lo que te corresponde si experimentaran el mismo despropósito que generan en sus propias carnes. Y como a estos concejales no se les puede privar de sus sueldos porque sería una medida ilegal, quizá la eliminación de los «cargos de confianza», que les hacen la mayor parte de su trabajo diario, podría recordarles lo que significa “trabajar por sus ciudadanos” y el esfuerzo que hacen los vecinos y vecinas de esta ciudad para poder recibir el sueldo que se ganan cada día, y que necesitan para vivir.
El «cuanto peor, mejor» que hunde Leganés
Lo más indignante es que este bloqueo no responde a criterios económicos ni a un comprensible y necesario afán fiscalizador. Es puro cálculo político. La estrategia que Rajoy viralizó con su «cuanto peor, mejor para todos y cuanto peor para todos, mejor, mejor para mí el suyo beneficio político», parece ser el mantra de una oposición que solo pretende paralizar Leganés con la esperanza de erosionar a un Gobierno sin que importen el daño y las consecuencias que van a acabar sufriendo sus habitantes y el tejido empresarial local.
Para lograr este miserable objetivo, se han aliado formaciones políticas de ideologías completamente opuestas. En ocasiones, estas mismas formaciones montan sus teatrillos para aparentar un distanciamiento político que casi nunca se traduce en la orientación de su voto en los plenos, que suele ser el mismo. En la política de Leganés prima el espectáculo, el postureo y la crispación. Un claro ejemplo puede verse en la disposición de los asientos en los Plenos. Los concejales de VOX y los de Podemos-IU-AV tienen una silla de separación entre ellos. Una línea que no puede traspasarse, una frontera entre ellos, como si quisieran marcar una distancia física que, en lo ideológico a tenor de sus votos conjuntos, no existe.
En la bancada de arriba puede apreciarse la silla «de separación» entre los concejales de los partidos de la izquierda y las dos concejales de VOX. Ahí queda el postureo de «cara a la galería», la actuación para la audiencia, porque cuando se apagan las cámaras y salen del ayuntamiento, se van a desayunar todos juntos con la satisfacción de haber bloqueado una jornada más los compromisos municipales, tal y como recoge la siguiente fotografía, en la que se puede ver, de izquierda a derecha, a Alba Pulido (portavoz de Podemos-IU-AV), Beatriz Tejero (portavoz de VOX), Victoria García (coportavoz de Más Madrid Leganés) y Francisco Javier Márquez (portavoz del PSOE).
Mientras tanto, el municipio incumple sus obligaciones de pago, acumulando deudas que, inevitablemente, deberán saldarse con unos intereses de demora adicionales que pagarán los de siempre: los vecinos y vecinas de Leganés.
No estamos ante una estrategia legítima de oposición ni ante un debate político constructivo alrededor de un modelo de ciudad. Estamos, simple y llanamente, ante una vergüenza.