Ana Toledano es una mujer vital, alegre, inquieta y extremadamente sensible. Destila cariño por los cuatro costados desde el primer momento que comenzamos a charlar con ella. Su vida ha sido, y es, el balonmano, deporte al que llegó de casualidad, pero con el que llegó a ser Campeona de España, internacional con la Selección Española y hasta subcampeona de Europa. Muy vinculada a la ciudad de Leganés y su deporte. Prueba de ello es que es difícil caminar por la calle con ella sin que sea saludada. “Mi familia era muy humilde, mi padre era minero pero nos inculcó el deporte y la lectura” cuenta Ana. Ella empezó haciendo atletismo a los nueve años de edad “en el colegio había un profesor, Don Jesús, al que le gustaba el balonmano y preguntó ‘¿quién quiere jugar?’ y a mí me daba igual en ese momento cualquier deporte, así que empezamos a entrenar y a jugar. Quedamos campeonas de Madrid y en ese momento el Ayuntamiento de Leganés, junto con otros colegios, hizo un equipo con el que empezamos a viajar”, explica. Siguieron los logros y consiguieron el tercer puesto en el Campeonato de España más adelante se alzaron con la plata y con quince o dieciséis años fueron campeonas de España. Unos inicios en los que “no había más que pasión: pasión por jugar, por ganar, respeto y mucha disciplina y yo era muy feliz”, como explica Ana que también destaca que en aquella época “el balonmano era de otra manera, era más una red social, amistad, una familia”.
ANA TOLEDANO: ”EL BALONMANO DE ANTES ERA DE OTRA MANERA, ERA MÁS UNA RED SOCIAL, AMISTAD profunda, UNA FAMILIA”
Ana Toledano recuerda con mucho cariño como el pabellón Manuel Cadenas “se ponía a reventar, sobre todo con nosotras. Siempre se ha llenado de gente, porque era como el deporte del pueblo, venían las familias con sus hijos, los abuelos con sus nietos”.
En aquellos momentos era complicado tener referentes “porque cuando no viajas y no juegas en la División de Honor, a la gente prácticamente no la conoces, pero íbamos a ver al equipo de balonmano del Atlético de Madrid y todas queríamos ser Cristina Mayo o Carme Rams” detalla Toledano que además señala que aquello “era un sueño inalcanzable”. Eso sí, para esta deportista de Leganés su prioridad “siempre fue ser la mejor posible, como jugadora y como persona”.
Su tesón y trabajo hizo que tuviera ofertas del Atlético de Madrid y del CajaMadrid, pero ella prefirió no aceptarlas porque explica que “no me quería ir de Leganés a otro sitio ya que aquí me sentía en casa, el equipo era como una familia”.
Ana está muy contenta de que “por fin las mujeres puedan tener como profesión cualquier deporte porque siempre se nos ha dicho que no valíamos o que no debíamos dedicarnos a ello”, pero para ella esa profesionalización “ha hecho perder parte de la esencia del deporte” como son “los vínculos emocionales con las compañera. Nosotras después de tantos años mantenemos la amistad y el contacto, y quedamos un fin de semana al año. Nos vamos solas, a vivir, a recordar, un fin de semana de locura”.
Ana destaca que “hay que aprender a admirar a la que es mejor que tú y aprender, no envidiar, me parece básico. Tener la honradez de decirle a otra que es mejor que tú”. Reconoce que había jugadoras que tenían un don “como Mercedes Fuertes o Carmen García Navarro que eran técnicamente perfectas” y se preguntaba por qué ella no tenía esa técnica. Sin embargo, Ana tenía el don del trabajo y el de la responsabilidad, “pero esa magia en la muñeca la tienen cuatro”, destaca.
Su llegada a la Selección de Balonmano Absoluta “le abrió los ojos a nuevas culturas” y aprendió a respetarlas porque jugó con compañeras vascas, catalanas, gallegas, etc.
Jugar en la selección era uno de sus sueños y al conseguirlo se marcó el siguiente reto. Ana quería seguir en la Selección, que la siguieran convocando, “siempre tuve claro que había jugadoras mejores que yo, quería aprender, sobre todo aprender nuevas técnicas”. Después de todos estos años aún recuerda “el nudo en el estómago” cuando llegaba el momento de la convocatoria. “Sentadas todas en una mesa grande, mientras el seleccionador daba la lista de convocadas, pensaba ‘Dios mío, como me nombren’ y luego daba paso a la sensación de abrazar a las que no iban aunque habían trabajado muy duro. Estar en la selección me encantaba porque mi padre y mi familia estaban muy contentos conmigo”.
”Hay que aprender a admirar a quien es mejor que tú y aprender de esa persona, no envidiarla. Me parece básico reconocérselo en persona”
Ana reivindica el club de Leganés “porque era un buen club, era algo muy distinto, socializábamos en nuestro mundo cercano. El contacto con la gente era de manera diferente, jugábamos contra los chicos y había mucha rivalidad con ellos” de hecho cuenta que siguen manteniendo el contacto, “tenemos un grupo de whatsapp que se llama ‘viejas glorias Leganés’ y nos comunicamos. A mí me gusta la gente, me gusta cuidarla”.
Sin embargo, llegó el momento de cambiar, buscó nuevos retos fuera y llegó a Valencia. “Aunque allí fui ‘banquillera’ total, competir con Cristina Gómez era como competir en fútbol con Messi, ella es genial y aunque yo pudiera correr, entrenar, saltar más… estaba esa magia que ella tenía y aprendí que había cosas inalcanzables porque yo no tenía ese don”.
“Estoy jugando un partido complicado, pero lo tengo que ganar, aunque sea de penalti injusto”
Colgó las zapatillas y cambió las pistas por la gerencia del equipo valenciano. Ana incide que lo pasó fatal porque “casi no tenemos sponsor”. Y en el último minuto “llamó el gerente del Valencia CF y pasamos a ser su equipo. Llegaron los egos, las historias raras… lo pasé mal, porque había cosas que no eran justas, pero allí he dejado grandes amigas”.
En ese momento de su vida sucedió un hecho trágico, tuvo un accidente de tráfico. “Venía de Valencia con mi novio, él se mató. Recuerdo dar muchas vueltas dentro del coche hasta que un señor en una ambulancia me preguntaba cómo me llamaba y si me encontraba bien” rememora con tristeza. Se rompió la muñeca, la cadera, la pelvis, el sacro, cinco costillas, el codo “y no fue mucho más grave según los médicos por la gran masa muscular que tenía, así que tengo que agradecer al deporte estar viva”. Y con una determinación a prueba de bombas, volvió a jugar en su equipo de siempre, el Leganés.
La vida le iba a mandar otra prueba en forma de enfermedad crónica y degenerativa. “A los dos años de volver, cuando me pasaban la pelota no la veía”, explica. Ana tuvo que dejar de jugar y fue nombrada delegada del equipo. La enfermedad iba avanzando “me faltaba movilidad, me costaba subir a los autobuses y pasé de las muletas a la silla de ruedas y lo tuve que dejar. Estoy jugando un partido complicado, pero lo tengo que ganar, aunque sea de penalti injusto”.
Fue en el hospital donde “encontró” a Olga a quien considera su “maestra”, y junto a ella y Camino Puente, fundaron la Asociación de Afectados de Esclerosis Múltiple de Leganés donde formaron un grupo de teatro, “porque yo siempre quise ser o policía o actriz”, apostilla.
“A mí es que, cuando me piden algo, soy incapaz de decir que no”, por eso cuando le pidieron que diera charlas a los jóvenes en institutos o colegios, no lo dudó ni un momento y aceptó.
“Hay que querer, abrazar, dar los buenos días, preguntar cómo te encuentras, decir qué guapo estás… no cuesta nada ser buena gente”, afirma Ana, que siempre lo hace cada vez que se cruza con alguien.
Ana tiene un vicio confesable, los bollos de hojaldre y chocolate negro, junto con “ver partidos de balonmano”. Afirma que no sabe si el balonmano está hecho para ella o ella para el balonmano.